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  • Foto del escritorMoviVargas

Venezuela: una solución de fondo para la enfermedad holandesa.



El tema de los síntomas de “la enfermedad holandesa” está por demás bien analizado. Gran cantidad de teóricos (venezolanos y extranjeros) parecen haber diagnosticado con éxito las causas y las consecuencias en torno al padecimiento y por si fuera poco han encontrado soluciones que hoy, ya tienen historia de aplicabilidad en la realidad. Tomando por sentado todo lo anterior se hace inevitable hacernos algunas preguntas: ¿Por qué Venezuela sigue presentando los síntomas? ¿Es posible replicar los ejemplos exitosos? ¿Existe una receta o debemos crear nuestro propio antídoto? Definida desde lo abstracto en un concepto ajustable a cualquier nación se alude “enfermedad holandesa” a “la coexistencia dentro del sector productor de bienes transables de subsectores en progreso o declinantes, en auge o en condición de quedarse relegados. El subsector en auge es extractivo, por lo que es entonces el sector manufacturero tradicional expuesto a presiones…” El concepto desarrollado por Max Corden se manifiesta como lo suficientemente amplio para analizar el caso venezolano y a partir de ahí encontrar soluciones que pudieran acercarnos a los casos exitosos de Noruega o Gran Bretaña: en Venezuela el sector productor de bienes transables es el agropecuario y el subsector extractivo en auge es la explotación de crudo. Todo sencillo, ¿no? Pues no. El concepto de Corden presupone la irrupción de un subsector en auge en una economía capitalista desarrollada (propia de la Europa más acaudalada) donde el sector productor de bienes transables es el manufacturero. Para el momento de la irrupción de la explotación petrolera a comienzos del siglo XX Venezuela no tenía un sector manufacturo que pudiese ser expuesto a presiones, dependíamos de la producción agropecuaria, por lo tanto, el concepto es inoperante o al menos está incompleto.

Aunado a esto, la mayoría de los análisis – que vale acotar van en la misma línea que el de Corden- apuntan al estudio de los síntomas a partir de la década de los 70s con el descubrimiento de hidrocarburos en varios países de Europa, lo que desde la perspectiva temporal y socio-histórica también los hace inoperantes.

Rómulo Betancourt reflexionaba sobre “la enfermedad holandesa”, unos 20 años antes de que se acuñara la categoría de análisis y además lo hacía tomando específicamente al Estado venezolano de principios del siglo XX. Para Rómulo, la deformación económica ocurrida en Venezuela es producto tanto de la explotación desmesurada de hidrocarburos como de la debilidad estructural del modelo gomecista: “Existía en Venezuela una crisis estructural crónica, que se acentuó durante el régimen de Gómez [Juan Vicente], en el sistema de producción agropecuaria, por la persistencia del latifundio, los método empíricos de cultivar, la falta de riego artificial en un país mal dotado por la naturaleza…” y consecuentemente agrega: “Lo que sucedió fue que la avalancha de dólares y de libras esterlinas afluyó a un país que no había democratizado ni modernizado sus sistemas de producción, que en el siglo XX producía dentro de módulos del siglo XVIII, y gobernado por una tiranía zafia y rapaz, incapacitada para reformar la estructura económica y para utilizar el petróleo, siquiera fuera la precaria participación entonces recibida, como palanca para impulsar el progreso colectivo, para distribuir entre la población bienestar y cultura.”

-Democratización y modernización de los sistemas de producción-, me suscribo a la idea de Betancourt de que son las razones fundamentales en la deformación del sistema económico a principios del siglo XX pero a pesar de dicha deformación el Estado venezolano no se abstuvo de la obtención de una cantidad exorbitante de divisas que en promedio fue aumentando año a año entre 1914 y 1983.

Los ingresos por petróleo, sobre todo luego de la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 1943, le permitieron al país acceder a una efímera riqueza que se vio traducida, entre otras cosas, en la realización de obras públicas de gran magnitud, en el aumento del nivel de consumo y en mantener actualizada la tecnología del negocio petrolero pero, ¿democratizamos y modernizamos el sistema? Y si así fue, ¿por qué hubo que devaluar la moneda en el año 1983? Y ¿Por qué volvimos a entrar en crisis en el siglo XXI?

Carlos Oteyza, en su extraordinario documental “El reventón III”, ofrece su propio concepto de “enfermedad holandesa” que por concreto pudiese darnos luces respecto al tema. El concepto de Oteyza, respecto a los ya mencionados de Corden y Betancourt, innova en tanto que agrega a los síntomas, los 3 factores fundamentales propios del caso venezolano: 1. Cada avalancha de divisas que recibe el petro-estado por la alza del precio del barril es inyectada de inmediato en la economía a través del gasto público, eso acrecienta la burocracia estatal, así como el nivel de consumo y el nivel de demanda de productos. 2. Cuando los precios del petróleo bajan el petro-estado obtiene menos ingresos pero las demandas de la población continúan en aumento. 3. Evitando perder popularidad electoral el petro-estado recurre al endeudamiento y a la devaluación en vez de reducir el gasto público con medidas de austeridad.

Los dos primeros factores con los que innova Oteyza, responden a la tendencia de oferta-demanda de cualquier petro-estado, por lo tanto, me quedaré con el tercer factor: lo electoral, todo parece girar en torno a eso. Por lo electoral devaluamos en el 83, para mantener alto el gasto público en torno a los comicios; por lo electoral entramos en crisis en el siglo XXI a pesar de tener más ingresos que en el resto de nuestra historia petrolera.

Lo electoral parece ser solucionable con el cambio de representante: si el que toma la decisión sobre el uso del ingreso público no es lo suficientemente ético como para ahorrarlo en momentos de austeridad pues se vota por alguien que sí lo sea; pero pienso en cómo Carlos Andrés Pérez intentó, en su segundo gobierno, introducir medidas para la reducción del gasto público, en cómo tuvo innumerables estallidos sociales y en cómo terminó en prisión y esa solución ya no se ve tan alentadora.

Quizás la respuesta sea confiar en la separación de poderes y en la fortaleza de las instituciones: siempre y cuando se norme el uso del ingreso público, no importaría quien fuese el representante, sería ilegal y amoral transgredir la norma; pero me viene a la cabeza Hugo Chávez, su carisma y su envolvente oratoria; la manera en la que logró que se le transfiriera un “millardito” al poder Ejecutivo para usarlo a diestra y siniestra, y concluyo que esa tampoco es la solución.

Lo electoral, dentro del sistema representativo de gobierno, tiene dos sentidos: el representante y el electorado (ciudadanos). Las soluciones que pudiesen ofrecer resultados cortoplacistas y que además tienen data histórica de no funcionabilidad, van dirigidas a cambiar al representante o a intentar coartar su poder, sin embargo, ninguna solución parece ir dirigida a la ciudadanía.

Permítaseme ofrecer una solución que, por no pretender objetivos a corto plazo, se muestre como inaplicable pero que desde mi humilde perspectiva es la más expedita para trascender la “enfermedad holandesa”.

Paideia, es la palabra con la que lo griegos antiguos denominaban a su “ideal educativo”. Se dice que el único período de la historia en el que el mundo ha visto una democracia pura en funcionamiento fue en el momento tardío del helenismo en la antigua Atenas.


Los atenienses lograron configurar un sistema en el que el “demos” (pueblo) tenía el real ejercicio del “kratos” (poder o gobierno). Todos y cada uno de los ciudadanos atenienses tenían voz y voto en lo referente a la legislación y todos ejercían cargos públicos al menos una vez en su vida.

La base de este sistema está fundamentada en su “ideal educativo”: para que pudiesen participar en el ejercicio legislativo, todos los atenienses tenían un pedagogo desde muy temprana edad y a lo interno del hogar que se encargaba de instruirlos en materia de ciudadanía e integridad moral; y así mismo, tenían un maestro que les enseñaba conocimientos instrumentales.

Para la ciudad-Etado de Atenas, era tan importante enseñar un oficio como enseñar ciudadanía e integridad moral porque su objetivo ulterior era perpetuar la democracia.

Ahora bien, mi solución es sencilla, aunque vista exponencialmente pudiese resultar mucho más laboriosa: si ya sabemos, por los antecedentes históricos, que somos un país monoproductor de petróleo y que probablemente lo seguiremos siendo por algún tiempo más, lo mejor será adaptar nuestro ideal educativo a esa realidad, institucionalizar el conocimiento histórico sobre petróleo (así como el de ciudadanía e integridad moral) y velar para que la mayor cantidad de ciudadanos pueda acceder a él.

Una masa de ciudadanos bien sabidos en historia petrolea venezolana, difícilmente preferirá el aumento del gasto público, el endeudamiento o la devaluación solo para mantener algo el nivel de consumo; Así mismo, ciudadanos con una elevada integridad moral estarán dispuestos a enfrentar a cualquier populista que pretenda modificar normas en pro de agrandar la chequera de ejecutivo.

Por último, ciudadanos venezolanos, con conocimientos sobre historia petrolera y una elevada integridad moral, estarán dispuestos a convertirse en partícipes de la construcción de nuevos paradigmas que no permitan que la crisis producto de la enfermedad holandesa, vuelva a repetirse.

Francisco Gatell

@gatell49




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